Los ODS y la UNC : Compromiso Institucional

El impacto global que generan sucesos producidos en espacios determinados del mundo, como fue la pandemia generada por el COVID 19, son una muestra de la transformación que ha sucedido en el mundo. Una causa microscópica y local puede provocar rápidos procesos de amplificación y producir efectos macroscópicos y globales hasta modificar radicalmente el comportamiento de todo el sistema.

Además, el carácter discontinuo de los sistemas complejos como en el que vivimos hace que puedan cambiar de manera súbita e imprevisible. Su extremada sensibilidad a las perturbaciones hace que con frecuencia un acontecimiento singular o una concreta cadena de eventos intervengan bruscamente sobre la trayectoria de la sociedad, actualizando algunas posibilidades y eliminando otras.

En este contexto, mitigar los riesgos que se producen en una sociedad globalizada y en entornos políticos más volátiles que nunca requiere profundas reformas estructurales que solo pueden llevarse a cabo como parte de una agenda política a largo plazo.

Todas las instancias de gobierno se encuentran así con el desafío de hacer compatibles los objetivos de efectividad y transformación social sin abandonar los procedimientos y valores democráticos. Aquí hay un problema de gobierno, pero también de democracia. Se ha demostrado que concentrar la atención en las dificultades actuales e ignorar aquellas que son solo latentes, termina exacerbando los problemas cuya resolución han de abordar quienes decidan en el futuro.

Los problemas emergentes, los beneficios distantes, los riesgos, necesidades y oportunidades futuras deben ser la materia de quienes nos ocupamos, en diferentes niveles, de la gestión de áreas del Estado.

Muchas veces, la solidez de instituciones como la Universidad tiene como consecuencia la dificultad de realizar modificaciones y la facilidad de neutralizar el cambio cuando este parece deseable.

Sabemos que la ciudadanía tiene derecho a esperar de sus Universidades Nacionales algo más que el estricto cumplimiento de las prescripciones establecidas. En este sentido, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible constituye un eje ordenador de nuestras acciones, proyectos y tareas cotidianas. Institucionalizarla nos garantiza la continuidad necesaria para concretarla en los hechos y, al mismo tiempo, la flexibilidad que requerimos a la hora de anticiparnos a las problemáticas e imaginar escenarios futuros.

Estamos convencidos que hoy, más que nunca, la cuestión decisiva es saber si nuestras democracias son capaces de imaginar posibilidades futuras en un contexto de gran incertidumbre, si están en condiciones de realizar proyectos y ampliar el tiempo social, de articular intergeneracionalmente la sociedad con criterios de legitimidad y responsabilidad.